miércoles, 26 de diciembre de 2012

Signos de los Nuevos Tiempos

El pasado 21 de Diciembre tuve la oportunidad de vivirlo en Stonehenge. Sentí que quería pasar ese punto de inflexión de nuestro mundo en un lugar energéticamente significativo. Surgió la satisfacción de tal deseo, a través de Viajes Sagrados, y allí nos encontramos el grupo de peregrinos, en el amanecer del día D tan deseado, alabado, soñado por muchos... y temido por algunos...Haciendo honor a la climatología local, la lluvia y los cielos cubiertos fueron nuestros acompañantes habituales. Pero el día del punto de inflexión entre el final del Viejo Mundo y la entrada en el Nuevo Tiempo, en las inmediaciones del círculo sagrado de Stonhenge, el cielo se descubrió como si quisiera rendir honores al magno acontecimiento. Apenas alguna línea de nubes flotaba en el horizonte, no lejos del punto desde donde el astro matutino se alzaría en los minutos siguientes para iluminarnos a todos.Muchos fuimos los visitantes que quisimos estar allí durante aquel amanecer: Movimiento nervioso de los vehículos que querían encontrar un lugar dónde aparcar, largas hileras de personas caminando a paso ligero por la carretera cerrada ya al tráfico para llegar al recinto ancestral a tiempo de presenciar el alba... Ahí estaba nuestro grupo, cada uno andando a su ritmo pero, sobretodo, con la mirada puesta en el creciente resplandor anaranjado que se apercibía desde el Este.A medida que me acercaba al conjunto de las antiguas piedras y los primeros rayos del Padre Sol teñían de naranja dorado el cielo, el silencio se hizo en mi. Al llegar frente a las moles pétreas, la bola de fuego decididamente nos bañaba con sus rayos. A través de los arcos que formaban el conjunto arquitéctonico, lo dólmenes más conocidos del planeta, el Sol llegaba a nuestros rostros, dándonos una bellísima imagen del lugar al tiempo que nos escondía la muy numerosa presencia de figuras humanas. La visión de ese amanecer en ese lugar durante ese día me llevó a un instante de introspección que me hizo sentir, efectivamente, la llegada de las energías del Nuevo Tiempo. Percibí en mi Ser, con total claridad, la llegada suave pero firme del viento del cambio definitivo tan anhelado...Una vez disfrutado el lugar hasta la saciedad y ya con el disco solar ganando altura en la bóveda celeste, me encaminé en silencio hacia el lugar donde nos esperaba el autocar. Lo hice con un caminar cadencioso, ligero, lleno de una energía que renovaba mi interior. Cada paso era seguido por una profunda respiración que el cuerpo deseaba hacer para experimentar una y otra vez la fresca nueva fragancia que lo llenaba y para sentirse plenamente enraizado en la Nueva Tierra. Al poco de abandonar el área de Stonehenge, el cielo volvió a cubrirse y la lluvia reapareció...